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Cristo Tradición apostólica

Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que el mismo cumplió y promulgó con su boca (DV 7). Es el acto de amor más grande en Cristo promover a estos santos personajes y darles el aval para realizar la misión evangelizadora entregando el testimonio de los acontecimientos y experiencias durante la vida de El en la tierra.

 

En un comienzo la predicación apostólica siguiendo los designios del Señor se realizó de dos maneras:

La primera fue de manera oral “los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó" labor que aparte de realizarla dedicadamente era realizada con mucho amor y entrega. Su vida misma era fiel reflejo de las enseñanzas de Cristo y de la palabra de Dios.

La segunda forma fue por escrito "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo" (DV 7). Esta labor salomónica, tarea de gran dignidad y compromiso, la realizaron distintos personajes bíblicos que durante su existencia dedicaron tiempo  y esfuerzo a plasmar en los papiros cada una de las experiencias de Jesucristo y los hechos conocidos de apóstoles y de ellos mismos, para dejarlo como legado histórico y testimonio de la palabra de Dios.

 

La continuidad de la tradición apostólica los mismos apóstoles dieron nombramiento a los Obispos con el fin de conservar siempre vivo y entero el Evangelio en la Iglesia. En efecto, "la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos" (DV 8). Dicha transmisión viva llevada a cabo en el Espíritu Santo es llamada la Tradición en cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree" (DV 8). "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora" (DV 8).

Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo continúa vigente y activa en la Iglesia: "Dios, que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo" (DV 8).

 

 

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