
PARROQUIA SAN ANTONIO MARIA CLARET - Neiva
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El deseo de Dios en el Corazón del Hombre

Desde siempre el deseo de Dios se encuentra como un registro e inscripción en el corazón de cada ser humano, siendo esta necesidad producto de su concepción por parte de Dios y como hijo suyo para reflejar su creación. No es una simple necesidad de sentirse acogido por “alguien” o “algo”, ese deseo va más allá porque está ligado plenamente con el saber que cada uno de nosotros fue creado a imagen y semejanza de Dios e íntimamente nacimos con ese deseo de El. Desde el día de nacimiento Dios nos atrae constantemente hacia El durante toda nuestra existencia, es un llamado espiritual profundo a un dialogo constante con Dios en donde el hombre encuentra la verdad y la dicha que necesita y que sabe que en otro lugar no puede encontrar.
“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel
amor y se entrega a su Creador (GS 19,1)”.
El ser humano expresa su necesidad y deseo de Dios, y sus ansias de buscarlo de múltiples y distintas maneras por medio de las creencias y comportamientos religiosos, tales como oraciones, sacrificios, cultos, adoraciones, etc, siendo estas formas de expresión ambiguas y extrañas en algunos casos, que por su carácter de universal dan la categoría al hombre de un ser religioso.
“Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra y determinó con exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a Dios, para ver si a tientas le buscaban y le hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,26-28).
Sin embargo ese deseo de Dios, esa unión íntima, ese vínculo vital con Dios, ha sido olvidado y roto por muchos hombres a lo largo de la historia, rechazándola y desconociéndola tácitamente. Se han originado por diferentes acciones, como las acechanzas del mal, el poder oscuro del maligno, el ataque de religiones, el afán del mundo del poder y de riqueza, las actitudes nocivas y dañinas de creyentes, las manifestaciones políticas en contra de la religión y claro, la actitud pecaminosa del hombre que prefiere primero alejarse de Dios antes que alejarse y huir del pecado (Cf. Jon 1,3).
Pero Dios es terco y obstinado y continua de forma vehemente buscando al hombre solo por una razón, porque quiere que viva y encuentre la dicha de su gloria. Dios requiere que para que El lo busque, el hombre entregue todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su corazón y voluntad y la ayuda participativa de sus semejantes, a través del testimonio directo de lo hermoso que es encontrarse permanentemente con Dios.