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Dios revelación de amor para las familias

La revelación  de Dios a los hombres es disposición divina para darse conocer, para que el hombre reconozca el misterio de su voluntad y estado espiritual,  siendo una práctica inmersa en su plena sabiduría que esta revelación se haga a través de Cristo, el Verbo encarnado, teniendo entrada para conocer también al Padre en el Espíritu Santo. Se entiende este hecho sabio como la primera y más íntima expresión de amor, de su inmenso y eterno amor, es una actitud que demuestra el sentido nada egoísta  y que quiere compartir al ser humano su gloria.

Dios "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6,16) pretende con el hecho revelador comunicar su vida propia  preciosa, celestial y divina a los hombres creados libremente por El para hacerlos a través de su Hijo único, Jesucristo, unos verdaderos hijos adoptivos (Cf. Ef 1,4-5). Con este acontecimiento Dios desea que los hombres puedan responderle, amarlo y conocerlo mucho más de lo que cada hombre con su conocimiento propio podrían amarlo y responderle. Es un hecho magnífico que exalta la divinidad del Dios verdadero lo hace ver en toda su sabiduría y plenitud mostrando su alta capacidad de amar.

 

Dios quien se nos ha dado a conocer. Él, desde que nos creó, ha optado por manifestarse al ser humano, por comunicarse con nosotros, por “revelarse”. El anhelo de infinito que la persona humana experimenta como algo propio y muy profundo encuentra su respuesta definitiva en la comunicación que Dios hace de sí mismo.

Al contemplar el proceso de revelación de Dios a través de los siglos, vemos que todo lo que Dios hace tiene como motivo al amor. El marco del amor es la libertad: Dios sale al encuentro del ser humano por amor, no porque esté obligado a hacerlo; y el ser humano, por su parte, tampoco está obligado sino invitado a acoger
ese amor divino y siempre lo ha acogido con felicidad y gozo.

Las etapas de la Revelación divina, y sobre todo su expresión definitiva en Jesucristo, han llegado a nosotros a través de la “Tradición de la Iglesia” y de la “Sagrada Escritura. La Sagrada Tradición es la transmisión viva de la Revelación; la Sagrada Escritura, la Biblia,  es la Palabra de Dios que ha sido puesta por escrito.

 

La FE, que recibimos y vivimos en la Iglesia, es el camino por el cual acogemos y vamos conociendo lo que Dios no ha dado a conocer. Jesús confió a su Iglesia la transmisión y la custodia de la Revelación. Acoger el don de Dios, que se nos ha manifestado en el Señor Jesús, implica de nuestra parte poner todo el esfuerzo por ir conociendo más y más a Cristo, escuchar su Palabra, profundizar en las verdades de nuestra fe. En el seno del hogar este esfuerzo se redobla por la necesidad de transmitir la revelación a las nuevas generaciones inculcando el amor de Dios y su inmensa sabiduría.

Conocer y escuchar a Jesús nos lleva, de la mano de nuestra Madre María, a dejar que el Espíritu obre en nosotros una verdadera alineación con Él, siendo así hijos del Padre Eterno.

 

 

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